Un caballo de juguete

Gombrich, en uno de los apartados de su libro, “Meditaciones sobre un caballo de juguete”, permite acercar al lector algunas de las cuestiones más complejas de la teoría del arte contemporáneo, tales como cuál puede ser el verdadero valor de una obra que pretende transmitir sentimientos e ideas sólo con formas abstractas. Se pregunta cómo el niño, que cabalga sobre un palo de escoba, puede decir que eso es un caballo, y que es blanco o gris.

La capacidad simbólica de los seres humanos es la misma desde el nacimiento hasta la muerte. Eso hace que sepamos que una cosa está en lugar de otra cosa. El niño sabe que el palo de escoba sobre el que cabalga es un palo de escoba, pero puede hasta bautizarlo con un nombre de caballo.

El ser humano pude sustituir la función de un objeto por otras que probablemente no tengan nada que ver con la función original.

El juguete es un mediador entre el deseo del niño, su libertad, sus sueños y sus placeres, esos espacios de felicidad que tiene la vida, en este caso, con el juego. Pero por otro lado, el juguete hoy es perecedero. Algunos, como las muñecas y los carritos, perduran, pero los asesinan, los niños se vengan y los destripan porque quieren ver cómo funcionan por dentro, quieren jugar, buscar un sentido.


A lo mejor los niños no quieren tanto un juego electrónico, sino que cabalguemos con ellos en un pedazo de madera.

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