Empezaremos esta breve reflexión de La imagen como teatro, diciendo que de las primeras imágenes fueron las efigies de los emperadores. Personas que en vida fueron tesoreras de un poder lo suficientemente grande para que, ocurrida su muerte, éste no quedara en el olvido. Debido a esto, la ausencia de un cuerpo muerto no existía y daba paso a la presencia de su imagen.
Con base en lo dicho anteriormente, que estas dos palabras tienen una relación que nos conduce a hablar de la presencia y de la ausencia.
Ahora bien, teniendo en cuenta que las palabras son más eficaces que la de las imágenes. Se dice que ninguna imagen es inocente, pero alguna, muy seguramente, no es culpable, pues somos nosotros que nos complacemos a nosotros mismos a través de ellas. Sin embargo no es la imagen misma la que tiene eficacia por sí misma, todo depende de cómo nuestro cerebro interpreta esta imagen.
Por ejemplo, si la imagen fuera una lengua, sería traducible en palabras, y a su vez esas palabras en imágenes ya que la principal característica del lenguaje es que puede ser traducido. Una imagen posee la particularidad de que puede ser interpretada, mas no puede ser leída. Y aunque se podría asegurar que una palabra puede tener más de un significado, una imagen vale más que mil palabras
El arte siempre ha buscado que el espectador se introduzca en la obra, es decir que en el teatro se siente en medio del acto, que en la pintura se meta al cuadro, es decir busca la transmisión la cual, al ser lograda el espectador experimenta mas allá de lo propuesto, sus sentidos se expanden logrando que esa transmisión sea efectiva. Es por eso que en la pintura el deseo de entrar en las cosas empieza por el indicio del ícono y los sentimientos.